mundo trivial

jueves, noviembre 23, 2006

La riqueza de los libros, 2

Cuando se habla de libros es bueno hacer una distinción entre la creación intelectual, llamémosle "la obra", y el objeto material, llamémosle "el libro". Y ahora que existen tantos soportes de información "inubiquitous", digitales, ceros y unos en algún recóndito pedacito de memoria en algún servidor del mundo, la vida de las obras y la de los libros se va independizando cada vez más. Una obra en un libro, en un e-book o en un relato de un anciano (formato aún común en algunas regiones donde la pobreza y el analfabetismo hacen imposible a los otros) tienen, cada uno, sus características propias, algunas ventajosas y otras no.

He tenido muchas oportunidades de reflexionar sobre los libros. Como vehículos de obras, se les profesa una veneración que no les corresponde como libros: le corresponde a las obras. Y las obras ganan sentido mediante el ejercicio de la lectura. Entran así al mundo del lector en pleno derecho, y si no se leyó el libro (no se merece por tanto el título de lector), la obra no tiene sentido y el libro, tampoco. No quiero decir con esto que desprecie las obras que no leí: simplemente mantengo a raya esa admiración fácil de la no-lectura, de la opinión de segunda mano, de la bandera de mi ignorancia.


Desde esta óptica son muy interesantes las bibliotecas personales. Paul Ricoeur ha reflexionado sobre la lectura y concluye que se dan tres procesos sucesivos (llamados mímesis i, ii y iii) en los que finalmente la obra es lo que el lector entiende de ella. Evidentemente, teniendo en cuenta la mímesis iii, hay que ser muy arriesgado para establecer una relación directa entre determinados libros, lo que uno entendió de ellos si los leyó, y lo que uno cree que otros lectores entendieron de ellos.

Sin embargo, tomando otra imagen de Ricoeur, me siento un "cazador furtivo" en un coto de caza real cuando miro bibliotecas ajenas. Ahí no sólo veo parte de lo que su dueño leyó, sino también lo que quiso leer y lo que otros quisieron que leyera, aunque es muy difícil distinguir los unos de los otros y uno termina tratando de descubrir al "odd man out".

No me deja indiferente, entonces, cuando tengo en mis manos uno de esos libros y pienso que estuvo en las manos de otra persona que conozco o conocí, que la acompañó, que la inspiró quizás. Ver las anotaciones de puño y letra también dice mucho del lector propietario del libro: hay quienes escriben en tinta, refutando al autor (que en sí mismo ya no es más que palabras impresas, de modo que no puede defenderse), hay quienes escriben a lápiz ininteligiblemente, como murmurando para sus adentros, y hay quienes escriben anotaciones en otros papeles, que a veces guardan dentro de los libros y a veces no. Hay quienes pasan de página furiosamente o humedeciéndose el índice: en ésos las esquinas están debilitadas. Hay quienes fuerzan la encuadernación lo más posible para leer bien la página: ésos tienen el lomo quebrado y el filo superior se ensancha al acercarse a la encuadernación. Hay quienes manipulan todos los libros con cautela y delicadeza, como si cada ejemplar simplón fuera un incunable: esos suelen trabajar en librerías y son expertos en leer libros y dejarlos como si fueran vírgenes.

Sin embargo, los lectores pasan y los libros quedan. Es verdad, también los libros mueren: se estropean, se roban, se pierden... La muerte de una persona se me hace verdaderamente patente cuando veo sus libros, cuando su biblioteca queda huérfana por haber perdido a quien le dio su significado. Por eso es importante deshacerse de los libros de una persona poco después de su muerte, porque el desmantelamiento y pérdida de una biblioteca personal es una segunda muerte y un segundo duelo.

En serio.


Fotografías de Abelardo Morell

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martes, noviembre 14, 2006

La riqueza de los libros

Los libros son sumamente enriquecedores porque mucha gente guarda dinero en ellos y luego se olvida.


Hace poco decidí deshacerme de una serie de libros por los que nunca tuve mucho afecto. Revisándolos, encontré dentro de una guía gastronómica del Périgord noir (sitio en el que nunca estuve) un billete de 20 dólares. Decidí conservar los libros un poco más, a ver si encontraba más dinero dentro de ellos.

Mis padres, en la época en la que no existía el cajero automático y cobraban todo el sueldo una vez por mes, solían guardar el dinero dentro de un ejemplar de La riqueza de las naciones de Adam Smith. Aún así en una época de bonanza Adam no resultó lo suficientemente amplio como para recibir los frecuentes ingresos, y el tomo con la letra E (de economía) de una enciclopedia de lomo gris fue la receptora. Ni que decir que el gris es el color del olvido y pronto fue como si ese dinero nunca hubiera existido, hasta que un día por error bajaron ese libro (en realidad lo tiraron al piso) y oh lá lá: ¡lluvia de dólares!

Pero lo más grande que encontré en materia de riqueza literaria fue al inventariar una biblioteca personal cuyo dueño había fallecido recientemente, y a la que los herederos no tenían intenciones de conservar. El propietario había sido más comprador compulsivo de libros que bibliófilo, por lo que había varias obras repetidas. En una de esas segundas copias (un libro grandote, tamaño A4 ó más grande aún) encontré 5 billetes de 100 dólares, de los nuevitos. Tuve un brote de paranoia y me dije éstos billetes son falsos y me los pusieron a propósito, para ver cómo reacciono, así que llamé a la viuda y le hice rápida entrega. Ella se mostró aún más sorprendida que yo, pero no dudó en sepultar los papelitos en su bolsillo, y no volvió a mencionar el asunto. Conclusión: no sé si hay conclusión, pero creo que hice bien. No sé de quién sería ese dinero, pero mío, de seguro que no.

Fotografías de Abelardo Morell

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viernes, noviembre 10, 2006

Reflexiones en otro de esos días

Desde que escribí ésto hasta ahora, las cosas han ido cambiando: concretamente de mal en peor. Las razones no las sé, aunque alguna sí.

La situación (además de angustiarme en extremo) no deja de intrigarme. ¿Por qué una reunión familiar me resulta intolerable, cuando mantengo con cada individuo una relación cordial, buena en algunos casos? Ni idea, pero así como Ana C. modela los problemas, yo los metaforo. Para entenderlos, para transformarlos, para que de alguna manera sean ficción y, tal cual teleteatro berreta de las 3 de la tarde, tengan fijada la hora de principio y de fin.

Lo primero que se me ocurre es que las personas y las familias pueden compararse a los libros y a las bibliotecas. Uno puede haber disfrutado fantásticamente de un libro, de varios, de muchos inclusive, pero no quiere decir que necesariamente disfrute y sea amigo de la biblioteca que posea esos libros. La biblioteca puede ser hostil, una mierda de lugar, sin importar cuánto le hayan gustado a uno los libros. Es triste, pero es así. Hay una curiosísima independencia entre el espíritu de los libros y el espíritu de las bibliotecas.

Después me viene a la mente una de esas bestias legendarias que atacaban a los marineros (igualmente legendarios) en sus expediciones por las recónditas esquinas del Mar Mediterráneo. Cuando estamos tocando el timbre en una reunión familiar, siento que estoy parada con un bote al borde de un lago apacible y agradable, en el fondo de cual vive un monstruo horripilante. Ahora bien, el dilema está en no subirse al bote y mantenerse al margen (aburrido en extremo y con consecuencias nefastas en el corto, mediano y largo plazo), o subirse y naufragar. La bestia legendaria es como un pulpo con muchos tentáculos, igualmente peligrosos: uno es indiferencia y se dedica a interrumpir cualquier oración de más de 5 palabras, mientras que su brazo gemelo seduce, buscando información que tarde o temprano será utilizada en contra; otro es interés morboso por la salud y las ganancias de uno; otro insiste en esclavizar con una tarea toda la noche (normalmente relacionada con la comida o la bebida); el quinto es una prueba de resistencia a los músculos faciales evitando un bostezo al escuchar con pelos y señales, los detalles de la vida de la realeza europea... y así sigue. Tiene muchos brazos, y todos atacan, aunque algunos lo hacen de inmediato y otros más tarde.

Y finalmente, aunque no es nada original, no puedo evitar comparar al matrimonio con un caballo de Troya. Uno, cual troyano cansado por la guerra del tiempo y la soledad, abre las murallas feliz e ilusionado y deja pasar a algunas de las esferas más cerradas de la vida privada a esa persona que llega como un regalo... pero dentro viene Ulises con su banda de malandros, que uno ni en el más loco de los sueños hubiera dejado pasar tan adentro. Llegan y hacen destrozos: pisan los jardines, roban los pasteles enfriándose en las ventanas y orinan en la fuente.

En fin. No le encuentro solución. Solamente sentarme y esperar, a que el monstruo se adormezca y la superficie vuelva a estar serena.
Y ahí todo vuelve a empezar.

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martes, noviembre 07, 2006

El extraordinario paso del tiempo.

Hace poco ví The league of extraordinary gentlemen y me llevó a reflexionar sobre el envejecimiento y el paso del tiempo. No por Sean Connery, que está igual que siempre, sino por mí. Siento que perdí dos horas y media de mi vida mirando una película deplorable cuando hubiera podido estar haciendo otra cosa, durmiendo inclusive.

Ah sí, ahora estoy prematuramente 2 horas y media más vieja. Por culpa de La liga extraordinaria. ¡Qué porquería!

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lunes, noviembre 06, 2006

I'm your fan

Siempre me gustó Johnny Depp por tener la combinación justa de talento y buena planta, porque además de ser guapo e interesante (leí por ahí que tiene antepasados alemanes, irlandeses y cherokees), tiene muy buen tino para elegir papeles y por lo general queda bastante creíble. Ahora bien, no digo que Johnny Depp garantice que me vaya a gustar la película, ni tampoco que me zambulla de cabeza en la primera sala de cine que pase su último estreno, pero, al igual que con Geoffrey Rush y Kevin Spacey, cuando hay que elegir una película para ver, es un argumento a favor.

Lo que acabo de descubrir mirando esta página es que soy una fan consumada de Johnny Depp, ví prácticamente todas sus películas, y lo que es más, me acuerdo perfectamente de sus papeles en cada una de ellas. Desde Cry-Baby hasta Pirates of the Caribbean II, exceptuando las cosas de TV, me faltan solo un par. Y ahora que lo pienso, después de esperar infructuosamente durante 10 años que algún tarambana dueño de videoclub montevideano se decidiera a traer Dead Man, habido el medio (aunque de legalidad cuestionable) me hice de una copia, y la verdad, no me arrepiento. Es una película fabulosa, y eso me lleva a que...

Piré con Dead Man, y sabía que iba a hacerlo porque está escrita y dirigida por Jim Jarmusch, director al que conocí de casualidad porque mis padres alquilaron una película equivocados, y voilá Night on Earth llegó a mis retinas con su humor delicado y sutil. La filmografía de Jim Jarmusch es breve pero impecable. Desde Dawn by Law en adelante las ví todas, y me prometí seguir viéndolas mientras siguieran apareciendo después que ví Blue in the face, (¡continuación tan extraña de la celebradísima Smoke!), donde Harvey Keitel en el papel de Auggie Wren y Jim Jarmusch, en el papel de sí mismo, conversan mientras fuman un último cigarrillo. La promesa fue seguir viendo a Jim Jarmusch y de vez en cuando, fumarme un pucho. Después de ver Coffee and cigarettes, renové la promesa.

Pero no es Jim Jarmush la razón por la que ví tantas películas con Johnny Depp sino que la culpa la tiene Tim Burton. Tim tenía simpatía con Michael Keaton e hizo su presentación en sociedad de individuo pirado con Beetlejuice y unas de Batman rarísimas. Pero después entró en razón al hacer Edward Scissorhands, con la que no sólo encontró a su actor fetiche: también se ganó mi corazón.


Addenda:
Las que me gustaron una barbaridad
Edward Scissorhands, What's eating Gilbert Grape, Ed Wood, Don Juan de Marco, Dead Man, Donnie Brasco, Sleepy Hollow, Pirates of the Caribbean, The libertine, Charlie and the Chocolate Factory, Corpse Bride, Pirates of the Caribbean II

Las que me disfruté, pero no da para repetir
Cry-Baby, Nick of time, The ninth gate, From Hell, Secret window

Las que no
Before night falls, Chocolat, Once upon a time in Mexico, Finding Neverland

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