mundo trivial

viernes, mayo 19, 2006

Bases de mi credo

Creo profundamente en el poder de las palabras escritas, y también creo en las coincidencias. Como si nuestras vidas fueran parte de un plan mayor, o algo así. No me gusta profundizar en eso, simplemente me tranquiliza pensar que las cosas (las banales y las trascendentes) ocurren con un fin supremo, y que ese fin es naturalmente bueno. Este credo se basa en una cosa que viví, hace ya bastante tiempo, y que es el post del día de hoy. Es un poco largo, espero no abusar de vuestra generosa paciencia.

Durante mi adolescencia viví un gran romance con los programas de radio. La televisión no me interesaba demasiado, internet todavía no había entrado a mi vida, y las revistas y los libros no siempre me resultaban accesibles. Los programas, especialmente los de FM, especialmente los de la noche, me daban ese espacio que yo necesitaba. En la segunda mitad de 1995 escuchaba una FM que un grupo muy importante acababa de abrir. El perfil de la radio no estaba del todo definido y la programación era muy variopinta, la mayor parte del día me resultaba insoportable. Pero me gustaban dos programas, uno en la tarde y otro en la noche.

En el de la tarde se hacían pequeños concursos (tipo "¿quién escribió este poema y en qué película uruguaya aparece?"), y los premios eran pequeños también, generalmente un par de entradas para el cine. Pasaban mucho jazz, así que a veces mi padre escuchaba conmigo. El de la noche, en cambio, tenía mucha literatura: empezó con adaptaciones del teatro griego y después siguió con cuentos breves, entre los que alguna vez reconocí a García Márquez. Además de la lectura había música de la que yo escuchaba entonces, elegida con criterios muy originales y apropiados a la unidad del programa.

Un buen día, decidí escribirle una carta al conductor del programa de la noche. Le dije que su programa me gustaba mucho, pero también le sugería que considerara leer algunos cuentistas ingleses (Saki es mi preferido) cuando quisiera variar, que considerara pasar más música con vocalistas femeninas, y alguna cosa más que la verdad, no me acuerdo. La carta quedó por ahí, pasaron los días, y la tiré a la papelera sin más.

Pero una tarde, en el programa de concursos, leyeron un poema que me gusta mucho. "Yo muero extrañamente, no me mata la vida, no me mata la muerte, no me mata el amor..." Recuerdo que estaba estudiando ese poema en el curso de literatura un par de años atrás cuando mis padres alquilaron "la" película uruguaya del momento, "El dirigible" (otra película checa de los 60's ambientada en Montevideo, tan aburrida). La película no la ví, pero de casualidad llegó a mis oídos, maravillosamente recitado, ese poema que dos veces por semana machacábamos y masacrábamos en clase. ¡Qué casualidad!, ¿no? Los primeros oyentes que llamaron para contestar salieron al aire, y tiraron unos pelotazos imperdonables: "Es de Mario Benedetti y aparece en El lado oscuro del corazón".

¡Canallas! ¡Palurdos! ¿Cómo confundir a Delmira Agustini con Mario Benedetti? ¡Eso no podía quedar así! Agarré el teléfono y llamé, más por indignación que por el premio. Mi respuesta era correcta pero la suerte no estaba de mi lado, y otros ganaron el premio. Pero al rato sonó el teléfono y el locutor del programa, igual de amable y simpático que cuando estaba al aire, me informó que uno de los ganadores había declinado el premio y, en el segundo sorteo, yo fui la favorecida. Me dio la dirección y me dijo que tenía un par de días para hacer uso del premio, dos entradas para ver la película "Desperado, la balada del pistolero", protagonizada por Antonio Banderas.

Ahora sí, me dije, mato dos pájaros de un tiro. Reescribí la carta, la ensobré, y al día siguiente fui a la radio.

Era viernes 8 de diciembre de 1995, y eran las 11.45 am. Hacía calor y llegué transpirada, porque fui en bicicleta. Dejé la nota en recepción, retiré las entradas, y me fui para mi casa. A la noche mi padre me acompañó al cine y disfrutamos mucho de la película (porque era gratis, más que nada). Fuimos a la segunda función, y al salir mi padre me invitó a una pizza, pero después nos dimos cuenta que no teníamos dinero y volvimos a casa. Cuando llegamos estaba por empezar el programa de la noche. Prendí la radio y casi infarto de la sorpresa. "Gracias, muchas gracias" decía el locutor en lugar de su habitual introducción, "no sabés lo que acabás de hacer". El programa estaba dedicado enteramente a mí, y todas mis sugerencias estaban seguidas al pie de la letra.

Al día siguiente recibí una carta maravillosa, donde el locutor me confesaba que era la primera vez que contestaba una carta con otra, y me contaba que el día anterior, de 11.30 a 12.00, tenía una reunión con los directivos para negociar su licencia. Licencia infinita, ya que le habían informado que el programa no tenía rating y lo iban a levantar (y además lo echaban, no fuera cuestión que propusiera otra "porquería" semejante).

"Salí furioso y lleno de frustración, y me vengo a encontrar con tu carta, tan fresca y sincera, crítica pero alentadora, que me hizo ver que tenía sentido hacer el programa como a mí me gusta aunque no me anuncie CocaCola". La carta decía muchas más cosas, pero básicamente, rezumaba alivio de saber que vale la pena no venderse.

En las dos semanas siguientes, las últimas de existencia de ese programa, el locutor alentó a los escuchas a enviar cartas, y creo que recibió bastantes. Yo, por mi parte, escribí alguna más. Y después le perdí la pista. Sé que tuvo otro programa en una radio que nunca pude sintonizar, y que ahora se dedica al periodismo televisivo.

Como cinco años después me lo crucé por la calle, pero no me animé a saludarlo. Yo sólo fui palabras escritas con una lapicera verde sobre papel cuadriculado, y no quise dejar de serlo. ¿Para qué?

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5 dijeron:

  • hey! bienvenida a esto que dimos en llamar "blogs"
    Muy lindo leerte, me gustó mucho la historia y al respecto digo: noble la decisión de no dejar de ser letras, eso le dió un toque poético a tu vida

    By Anonymous Anónimo, a las 9:32 p. m.  

  • Creo en eso de que lo casual, en realidad es causal, me ha pasado varias veces, poder comprobarlo empíricamente.
    Deliciosa la historia, la pude ver tal como la viviste... a mi me pareció bien, también que te hayas reservado para que siempre seas esa carta...
    lindo Monte, no te dije que me iba a encantar leerte.
    Besos,

    By Blogger MALiZiA, a las 12:29 a. m.  

  • Gracias por disfrutar de mi anécdota. Cuando quieran, vuelvan a por más
    : )
    mi casa está abierta.

    By Blogger montevideana, a las 10:58 a. m.  

  • Yo muero extrañamente...No me mata la Vida.

    No me mata la Muerte, no me mata el Amor;

    Muero de un pensamiento mudo como una herida...

    ¿No habéis sentido nunca el extraño dolor

    De un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida,

    Devorando alma y carne, y no alcanza a la flor?

    ¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida

    Que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?...

    Cumbre de los Martirios!...Llevar eternamente,

    Desgarradora y árida, la trágica simiente

    Clavada en las entrañas como un ardiente feroz!...

    Pero arrancarla un día en una flor que abriera

    Milagrosa, inviolable!...Ah, más grande no fuera

    Tener entre las manos la cabeza de Dios!

    By Blogger OPI, a las 3:33 a. m.  

  • ya me parecía raro a mí que nadie sacara al poema.

    gracias Javier, lo había perdido y voilá, acá lo traés.

    By Blogger montevideana, a las 8:20 a. m.  

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