Escenario para mi pudor
Voy a un gimnasio 2 ó 3 veces por semana y por lo general disfruto la experiencia, no como otras. Pero no puedo evitar la compañía ingrata del pensamiento de que el gimnasio es un lugar en el que es muy fácil pasar vergüenza, que es el mejor escenario para mi pudor. Por ejemplo si ocurriera que...
1. Me siento mal. Después de un calentamiento aeróbico violento tengo el corazón como una locomotora y estoy lista para salir a correr los 100 mts contra Marion Jones. Ahí es cuando empieza la actividad con levantamiento de peso, y salgo de juego: veo negro y tengo un cosquilleo muy desagradable en la boca del estómago. Tápenme con diarios, por favor. Creo que romperme la nariz con una mancuerna o caerme del step y lesionarme serían igualmente bochornosos, pero de momento no lo registro. De pensarlo nomás se me pone la carne de gallina.
2. Alguien me observe con lascivia. Esto sólo me pasó una vez, y no era yo una favorecida particular por mis dotes físicas sino que el individuo en cuestión obsequiaba a todo ser vivente con miradas intimidatorias. Creo que la planta de la entrada se salvó, pero no estoy segura.
3. Alguien me observe, sin intenciones detectables o determinables. Esto ocurre más seguido, cuando llegan más temprano los de la clase siguiente, o cuando al instructor le da por constatar si sus alumnos seguimos la clase o vamos por la de cada uno. No es que me empiece a equivocar, pero no me gusta.
4. No doy pie con bola con la coreografía. Esto prácticamente nunca me ocurre, pero veo la vergüenza dibujada en la cara de los que tienen mala coordinación, y los compadezco.
5. Si mi atuendo me falla. Periódicamente verifico la costura del pantalón, y (si el armario me lo permite), trato de no llevar medias con agujeros, pero uno nunca sabe.
6. Ruidos corporales. Sin comentarios.
1. Me siento mal. Después de un calentamiento aeróbico violento tengo el corazón como una locomotora y estoy lista para salir a correr los 100 mts contra Marion Jones. Ahí es cuando empieza la actividad con levantamiento de peso, y salgo de juego: veo negro y tengo un cosquilleo muy desagradable en la boca del estómago. Tápenme con diarios, por favor. Creo que romperme la nariz con una mancuerna o caerme del step y lesionarme serían igualmente bochornosos, pero de momento no lo registro. De pensarlo nomás se me pone la carne de gallina.
2. Alguien me observe con lascivia. Esto sólo me pasó una vez, y no era yo una favorecida particular por mis dotes físicas sino que el individuo en cuestión obsequiaba a todo ser vivente con miradas intimidatorias. Creo que la planta de la entrada se salvó, pero no estoy segura.
3. Alguien me observe, sin intenciones detectables o determinables. Esto ocurre más seguido, cuando llegan más temprano los de la clase siguiente, o cuando al instructor le da por constatar si sus alumnos seguimos la clase o vamos por la de cada uno. No es que me empiece a equivocar, pero no me gusta.
4. No doy pie con bola con la coreografía. Esto prácticamente nunca me ocurre, pero veo la vergüenza dibujada en la cara de los que tienen mala coordinación, y los compadezco.
5. Si mi atuendo me falla. Periódicamente verifico la costura del pantalón, y (si el armario me lo permite), trato de no llevar medias con agujeros, pero uno nunca sabe.
6. Ruidos corporales. Sin comentarios.
Etiquetas: hábitos cotidianos
10 dijeron:
Es terrible cómo uno es su peor enemigo. Yo antes hacía todo así, con esas preguntas y tormentos mentales. Ahora trato de relajarme y salir, pero bueno a veces no es fácil.
By sole, a las 12:19 p. m.
si, la verdad es que la mente de uno es el peor enemigo.
igual, disfruto de la experiencia de una clase de gimnasia. pasa que al hacer esas series interminables en una colchoneta... la cabeza vuela, ¿vió?
muchas gracias por visitar mi blog!
By montevideana, a las 12:23 p. m.
monte...odio el gym, mis amigas se rien, soy un horror, no paso de un mes tratando de ir. No puede quedar más lejos de una cuadra de mi casas, porque sino no voy. Sin darme cuenta la última vez caí en uno exclusivo de mujeres, y me sentí la peor cuando la clase me la dió una señora mayor a 60 años, con toda la vitalidad del mundo.
No quiero que me saluden, todas van y se hacen amigos y NO LO BANCOOOOOOOOO!!!! JAJAJAJ
por eso opte por pagar para que hagan por mí, y si bien las máquinas no me hacen laburar tanto como una clase hecha por mí...como me sale más caro, me duele más y estoy obligada a ir!!! soy un horror ya lo se-...pero no encontré otra salida para detener el crecimiento indiscriminado de mi masa corporal!
besosss
By Nefastas, a las 3:24 p. m.
Claro, yo últimamente pienso demasiado, y lo peor es ver a la gente que parece tan segura y tan hermosa y tanto más adecuada que yo hahahaha.
Pero con el tiempo he descubierto que a todos nos pasa un poco lo mismo, somos todos pollitos mojados, sólo que algunas lo disimulan bien.
Un placer tu blogg, lo puse en bloglines.
By sole, a las 3:33 p. m.
Totalmente de acuerdo!!!!! Lo de revisar la ropa, a fullllllll!
Y me da una envidia esas que nunca repiten las zapatillas...!
By Vivi Briongos, a las 4:09 p. m.
para los hombres (o por lo menos para mi) es más jodido... siempre, pero siempre, se sucede la competencía de quién la tiene más grande frente al espejo...
By Anónimo, a las 2:44 a. m.
Todo muy cierto.
Por mi parte, yo agrego que odio el gusto musical berreta de las profes de gimnasia: me quieren decir como demonios se les ocurre que me pueda relajar esuchando cristian castro o el tema de la pelíocula titanic??? -por suerte olvidé nombre e intérprete-.
Excepto claro, mi profe de pilates, a la que amo y lleva bossa nova para amenizar sus sesiones.
By Betty Carol, a las 8:49 a. m.
nefastas: ¿a qué máquinas te referís? me dejaste bien perpleja...
sole: es verdad que los gimnasios están infectados de individuos hermosos, seguros y adecuados, pero me aprovecho del anonimato y de pensar que en una de esas no tienen dos neuronas alineadas.
et merci, chére madame, de vos éloges et de m'ajouter à vos liens.
turca: las que no repiten las zapatillas... las que combinan las calzas con el broche de pelo... desconfío de sus intenciones.
babalú: sos de las mías. la satisfacción de poder hacer un poquito más en cada clase y de lograr después cosas como subir corriendo una escalera y reponerte en un toque, son impagables.
roy: estás hablando de la toalla, ¿verdad?
betty carol: a mí más que la terrajez intrínseca de la música, lo que me perturba es que la pongan a todo volumen (¿qué pretenden, un trance de éxtasis?), y que encima traten de hablar. y una vez me fui de la clase de un tarado que no sólo tenía la música insoportablemente fuerte y gritaba como un poseído, sino que además pretendía que nosotros le contestáramos.
By montevideana, a las 11:45 a. m.
monte, esas que te metés y te dan oxígeno, ozono, y toda la tabla periódica junta...Figurella, timodella, o la que sea!!
cuáles son las de uruguay???
By Nefastas, a las 3:06 p. m.
ni sabía que existían, bueno, había oído algo pero no tengo mucha idea de cómo funcionan... pero no quiere decir que acá no hayan, simplemente que para algunas cosas soy ingenua como una campesina.
ustedes las porteñas, siempre en la cresta de la ola!
By montevideana, a las 3:17 p. m.
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