Coffee break
Debo hacer una confesión: empecé a tomar café porque me gustan las cafeteras. En la casa de mis padres el café se toma exclusivamente con leche, lo que a mi hermana y a mí nos resulta francamente asqueroso (¡vaya uno a saber por qué!). Mi bebida preferida siempre fue el té, y con la cocoa transo si lo necesario es ingerir algo de calcio.
Fue recién al entrar a Facultad que empecé a probar el café, pero sin método ni convicción. La temperatura, las impurezas (dichosa borra), el exceso o falta de azúcar, el tamaño del recipiente y el propio sabor del brebaje no terminaban de resultarme atractivos.
Cuando conocí a quien ahora es mi marido, él tomaba mucho café instantáneo. No sé qué mente perversa bautizó esa bebida que insume tanto tiempo de batido como instantánea, pero la razón debe escapar a mi juicio. Probé instantáneo común, fuerte y descafeinado, y nunca encontré la diferencia en el sabor. ¿Alguien es capaz de distinguir el café descafeinado del común? ¿O la gracia está en que no hay diferencia? Tomar descafeinado es mucho más chic que tomar común, pero queda un poco absurdo después de tomar alcohol o Coca-Cola. ¿Observaron que mucha gente lo asocia a las bebidas dietéticas? ¿Será porque dietético ahora se dice sano?
Hasta que una cafetera "de goteo" se vino a vivir con nosotros, regalo de casamiento, y allí empecé a entender. Depende del agua (mejor usar embotellada si ese día limpiaron el tanque del edificio y tiene gusto a hipoclorito), y también del café que uno use. El tamaño de la molienda influye una barbaridad en la calidad final de la bebida.
Después rompí la jarra, y me regalaron otra cafetera, una Bialetti con diseño time proof, la que abracé con la ilusión de una mayor resistencia a la difícil vida en el secaplatos. Ahí me di cuenta que el material en el que se hace el asunto también juega un papel fundamental. Aprendí también que los fabricantes usan unas tazas muy raras. Por lo menos esta segunda cafetera, tamaño seis tazas nunca alcanza para más de tres (6/2). Así que busqué el nombre del importador y compré el repuesto de la otra, porque a veces queda feo tomar y no convidar.
Una tercera versión llegó como super regalo de fin de año. Una máquina expresso con accesorio para hacer capuccino, el que yo usaría para hacer submarinos si no me comiera el chocolate antes. Ahí me quedó claro que la forma en la que el agua pasa por el café (líquida o gaseosa), es una de las cosas que más influye en el resultado final.
Como si todo esto fuera poca cosa, nos regalaron grandes cantidades de café. Italiano, Costarricence... unas maravillas. Y tacitas preciosas, de distintos tamaños.
Ahora bien, a veces sospecho que esto es una indirecta. Tipo... ¡despertáte, ché!
Fue recién al entrar a Facultad que empecé a probar el café, pero sin método ni convicción. La temperatura, las impurezas (dichosa borra), el exceso o falta de azúcar, el tamaño del recipiente y el propio sabor del brebaje no terminaban de resultarme atractivos.
Cuando conocí a quien ahora es mi marido, él tomaba mucho café instantáneo. No sé qué mente perversa bautizó esa bebida que insume tanto tiempo de batido como instantánea, pero la razón debe escapar a mi juicio. Probé instantáneo común, fuerte y descafeinado, y nunca encontré la diferencia en el sabor. ¿Alguien es capaz de distinguir el café descafeinado del común? ¿O la gracia está en que no hay diferencia? Tomar descafeinado es mucho más chic que tomar común, pero queda un poco absurdo después de tomar alcohol o Coca-Cola. ¿Observaron que mucha gente lo asocia a las bebidas dietéticas? ¿Será porque dietético ahora se dice sano?
Hasta que una cafetera "de goteo" se vino a vivir con nosotros, regalo de casamiento, y allí empecé a entender. Depende del agua (mejor usar embotellada si ese día limpiaron el tanque del edificio y tiene gusto a hipoclorito), y también del café que uno use. El tamaño de la molienda influye una barbaridad en la calidad final de la bebida.
Después rompí la jarra, y me regalaron otra cafetera, una Bialetti con diseño time proof, la que abracé con la ilusión de una mayor resistencia a la difícil vida en el secaplatos. Ahí me di cuenta que el material en el que se hace el asunto también juega un papel fundamental. Aprendí también que los fabricantes usan unas tazas muy raras. Por lo menos esta segunda cafetera, tamaño seis tazas nunca alcanza para más de tres (6/2). Así que busqué el nombre del importador y compré el repuesto de la otra, porque a veces queda feo tomar y no convidar.
Una tercera versión llegó como super regalo de fin de año. Una máquina expresso con accesorio para hacer capuccino, el que yo usaría para hacer submarinos si no me comiera el chocolate antes. Ahí me quedó claro que la forma en la que el agua pasa por el café (líquida o gaseosa), es una de las cosas que más influye en el resultado final.
Como si todo esto fuera poca cosa, nos regalaron grandes cantidades de café. Italiano, Costarricence... unas maravillas. Y tacitas preciosas, de distintos tamaños.
Ahora bien, a veces sospecho que esto es una indirecta. Tipo... ¡despertáte, ché!
Etiquetas: café colado, café expreso, café instantáneo, cafeteras, hábitos cotidianos, pequeños electrodomésticos