mundo trivial

lunes, enero 22, 2007

Coffee break

Debo hacer una confesión: empecé a tomar café porque me gustan las cafeteras. En la casa de mis padres el café se toma exclusivamente con leche, lo que a mi hermana y a mí nos resulta francamente asqueroso (¡vaya uno a saber por qué!). Mi bebida preferida siempre fue el té, y con la cocoa transo si lo necesario es ingerir algo de calcio.

Fue recién al entrar a Facultad que empecé a probar el café, pero sin método ni convicción. La temperatura, las impurezas (dichosa borra), el exceso o falta de azúcar, el tamaño del recipiente y el propio sabor del brebaje no terminaban de resultarme atractivos.

Cuando conocí a quien ahora es mi marido, él tomaba mucho café instantáneo. No sé qué mente perversa bautizó esa bebida que insume tanto tiempo de batido como instantánea, pero la razón debe escapar a mi juicio. Probé instantáneo común, fuerte y descafeinado, y nunca encontré la diferencia en el sabor. ¿Alguien es capaz de distinguir el café descafeinado del común? ¿O la gracia está en que no hay diferencia? Tomar descafeinado es mucho más chic que tomar común, pero queda un poco absurdo después de tomar alcohol o Coca-Cola. ¿Observaron que mucha gente lo asocia a las bebidas dietéticas? ¿Será porque dietético ahora se dice sano?

Hasta que una cafetera "de goteo" se vino a vivir con nosotros, regalo de casamiento, y allí empecé a entender. Depende del agua (mejor usar embotellada si ese día limpiaron el tanque del edificio y tiene gusto a hipoclorito), y también del café que uno use. El tamaño de la molienda influye una barbaridad en la calidad final de la bebida.

Después rompí la jarra, y me regalaron otra cafetera, una Bialetti con diseño time proof, la que abracé con la ilusión de una mayor resistencia a la difícil vida en el secaplatos. Ahí me di cuenta que el material en el que se hace el asunto también juega un papel fundamental. Aprendí también que los fabricantes usan unas tazas muy raras. Por lo menos esta segunda cafetera, tamaño seis tazas nunca alcanza para más de tres (6/2). Así que busqué el nombre del importador y compré el repuesto de la otra, porque a veces queda feo tomar y no convidar.

Una tercera versión llegó como super regalo de fin de año. Una máquina expresso con accesorio para hacer capuccino, el que yo usaría para hacer submarinos si no me comiera el chocolate antes. Ahí me quedó claro que la forma en la que el agua pasa por el café (líquida o gaseosa), es una de las cosas que más influye en el resultado final.

Como si todo esto fuera poca cosa, nos regalaron grandes cantidades de café. Italiano, Costarricence... unas maravillas. Y tacitas preciosas, de distintos tamaños.

Ahora bien, a veces sospecho que esto es una indirecta. Tipo... ¡despertáte, ché!

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viernes, enero 19, 2007

Me gustan las "precuelas"

Quizás sea que soy un elemento más dentro del target de la industria cinematográfica, quizás sea que otros que piensan como yo fueron encuestados por agentes de los estudios de cine, o que me leen la mente a distancia. Pero alguna razón tiene que haber para que algunas de las nuevas películas de personajes que siempre me fueron bastante indiferentes ahora me encantan.

Quiero mencionar a dos: Batman Begins y Casino Royale. En ambos casos llegué a la sala de cine sólo porque tengo entrada casi gratis, vivo cerca y no tenía mejor cosa que hacer, sin ninguna simpatía por el personaje en cuestión, sin mucha idea de quién era el nuevo actor elegido, habiendo visto una buena cantidad de las ediciones previas. En suma, sin ninguna expectativa que cumplir.

Sin embargo, me encontré con un par de películas de "cimentación de personaje" espectaculares, donde al comienzo de la película nuestro héroe no es tal sino que hay una serie de eventos que lo van moldeando hasta que al final es, más o menos, el que todos conocemos de toda la vida. En ambas películas los personajes son más oscuros que claros, sin más fortaleza que convicciones sobre el bien y el mal, y una excepcional fuerza de voluntad pero llenos de defectos: soberbios, inseguros y un poco torpes.

Por lejos me gustó mucho más Batman Begins: será que Christopher Nolan nació sabiendo y ya lo había demostrado con Memento; quizás sea que Christian Bale es capaz de cualquier cosa desde Jim Graham en Empire of the Sun, Laurie el chico banana de Little Women, el irresistible yuppie Patrick Bateman en American Psycho, y además sin quejarse, adelgazar los 40 kilos que su personaje de El Maquinista perdió por insomnio. Lo que se dice un actor entregado. La banda sonora de Batman Begins es por lejos la mejor mezcla de música clásica y música electrónica que conozco: la tengo y cuando necesito estar alerta mucho rato sin pasarme de rosca la pongo. Dice más del carácter del principito de Ciudad Gótica de lo que se puede explicar con secuencias y diálogos: oscura y torturada, y con recursos no convencionales.

Casino Royale, para empezar, es una película mucho más liviana. Este nuevo James Bond es rubio y así quizás rompa ese maldito cliché hollywoodense del fascista europeo rubio y malvado (¿herencia de los oficiales Nazis de las películas?): los rubios también pueden estar a veces del lado de la ley y las instituciones, aunque no tengan mandíbulas chicleras como Brad Pitt. Al contrario que Batman, que empieza con Bruce Wayne de niño, empieza con James Bond recién asignado al 007, pero no hay ninguna explicación de cómo llegó hasta allí ni por qué es como es. Por suerte el personaje evoluciona bastante, y la película de a poco construye todo lo clásico de las películas de Bond: el Aston Martin, el vodka martini y el Bond, James Bond.

Sin embargo, y esto es algo que me gustó más que en Batman Begins, este Bond casi no tiene tecnología, digamos fuera de lo normal. Autos, yates, relojes, teléfonos y laptops son sofisticados y elegantes (y la mayoría no están en producción), pero no tienen ningún feature insólito que ayude crucialmente al argumento. Si hay que sacar a alguien del camino, a este Bond no le importa mancharse la camisa y con esa cara de pugilista ni lo dudes que lo hace. La persecusión inicial me encantó, aunque me molestó que dada la superioridad física incuestionable del perseguido sobre nuestro amigo carapálida, que de seguro lo perdía en cuanto diera vuelta la esquina, el libreto tuviera que darle una mano para que fuera capaz de darle alcance y achurarlo como si nada para sacarle el celular.

Pero el ritmo de Casino Royale no es tan bueno como el de Batman, y yo creo que la culpa la tiene el personaje de la chica Bond de la ocasión. La serie de Bond es machista y misógina a más no poder: no hay lugar para un personaje femenino interesante al lado del protagonista, y Vesper Lynd es demasiado compleja como para no desequilibrar el desarrollo de la película. O quizás esta complejidad sea una ventaja para mostrar que James Bond no es sólo piñas y que si después es soltero, por algo es. No sé... cuando James está feliz y contento con Vesper yo pensé que sólo era un truco para que también las mujeres disfrutaran de la película y no fueran todo golpes y poker. Cuando se lo conté a mi marido me miró ceñudo y me dijo: ahí es cuando cae la película y no se salva con nada. No sé si estoy de acuerdo, pero la verdad es que hay unos 10 minutos que si me hubiera levantado para ir al baño, hubiera jurado que al volver me equivoqué de sala.

Ni la chica Bond y la chica Batman no me gustaron... serán cosas mías porque las actrices obtuvieron buenas críticas. Además no se me ocurren buenas sustitutas... bueno, no es grave porque no soy directora de casting.

También las dos películas de Spiderman, especialmente la segunda, me encantaron por la visión de la complejidad del héroe. Aunque Spiderman es muy diferente en otros aspectos y por eso no cabía en la comparación anterior: la chica y los villanos son mucho más interesantes, la tecnología no tiene ningún sentido. Será que a diferencia de Batman y James Bond, Spiderman tiene auténticos superpoderes que obtuvo por accidente, y por esa falta de opción inicial tiene algunas conductas más normales: quiene tener novia y amigos.

Quizás sea que en la década pasada, ya sin Unión Soviética y todavía sin 11 de setiembre no había verdaderos buenos temas y los héroes luchaban contra enemigos excesivamente fantasiosos. Quizás el movimiento de música "grounge", Nirvana y mucha depresión adolescente vendiendo discos a lo loco tenía una contraparte de frivolidad y efectos especiales en el cine... Quizás sólo sea, después de todo, sólo una cuestión de suerte.

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miércoles, enero 17, 2007

Pacto diabólico con la máquina infernal




Hoy a las 7 am sonó el despertador que cual guadaña inmisericorde, terminó con mis vacaciones. Aquí estoy de vuelta.

Imagen de Greenwich Mean Time

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