Verdades a mis 27
Cuanta más atención le dedico a mi cuerpo, más defectuoso me parece. Cuando me pongo un vestido de fiesta, zapatos de taco, maquillaje, y llevo un peinado de peluquería me siento fea, mientras que un piropo me hace sentir linda.
La depilación de las cejas me parece un arma de doble filo. Mejoran increíblemente la cara: hacen que una parezca prolija, despejan los ojos, hacen la mirada más felina, pero delatan la edad: según el estilo de depilación, claro, porque después es muy difícil de cambiar. Mejor me las dejo así, "wild and free".
Cuando estoy de vacaciones duermo más, pero estoy cansada. Cuando estoy trabajando duermo menos, pero descanso mejor. Creo que la gente que se levanta temprano tiene más éxito en la vida, pero cuando emerjo de las sábanas antes de las 7.00 estoy de malhumor el resto del día.
La mejor hora para hacer gimnasia es las 7.30 am. Esa es una verdad durísima.
Cuando como sin hambre puedo comer sin fin, pero si tengo hambre la capacidad es limitada. La idea de hacer dieta me entristece, e intentarlo, me hunde en un pozo. No puedo vivir sin chocolate, harinas, caramelos y papas fritas (bueno, sin papas fritas puede ser). Los niños hacen bien en odiar las acelgas. Son horribles.
Desde que dejé de leer Cosmopolitan me siento huérfana de frivolidad local.
Hace 5 años y medio que no tengo una televisión en mi casa. Me río de los teleadictos. Saco conclusiones estereotipadas sobre las parejas que tienen una televisión en el dormitorio.
Tengo un vicio y se llama Google. Tengo otro y se llama Blogger. No es más sano que la TV, no es, no.
Saber hablar en varios idiomas es el auténtico ascensor social (junto con una ocupación digna). Interiormente me río de las personas que tienen auto y casa grande, pero no saben pronunciar "Jacques Chirac" diferenciando las iniciales. Me da pena la gente que pronuncia "senkiu" en lugar de "zenkiu". Me dan vergüenza ajena los nuevos ricos, con sus esfuerzos denodados por gastar con criterio. Pero nunca digo nada al respecto.
No tengo bijouterie fina porque no uso. No uso porque no tengo. Me tiene podrida la bijouterie de alambre y piedras de colores. Pero tampoco nunca digo nada al respecto.
Opino que las mujeres que abandonaron sus carreras profesionales y/o laborales para dedicarse a su casa y su familia, cometieron un grave error.
Mis ansias de procrear se esfuman cuando me encuentro con mis amigas que ya son madres.
Valoro en un hombre que hable poco. Excepto cuando tiene linda voz.
Me encantan los hombres de pelo muy corto (exceptuando a los que se visten de verde todos los días). Los pelados son lo máximo. En eso Zinedine Zidane es el sex symbol indiscutido del fútbol. David Beckham es un payaso.
Mi marido perdió el pelo en una quimio y nunca lo recuperó. Nuestro lazo es indisoluble. Creo que mi matrimonio durará para siempre.
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En 10 años, hablamos.
La depilación de las cejas me parece un arma de doble filo. Mejoran increíblemente la cara: hacen que una parezca prolija, despejan los ojos, hacen la mirada más felina, pero delatan la edad: según el estilo de depilación, claro, porque después es muy difícil de cambiar. Mejor me las dejo así, "wild and free".
Cuando estoy de vacaciones duermo más, pero estoy cansada. Cuando estoy trabajando duermo menos, pero descanso mejor. Creo que la gente que se levanta temprano tiene más éxito en la vida, pero cuando emerjo de las sábanas antes de las 7.00 estoy de malhumor el resto del día.
La mejor hora para hacer gimnasia es las 7.30 am. Esa es una verdad durísima.
Cuando como sin hambre puedo comer sin fin, pero si tengo hambre la capacidad es limitada. La idea de hacer dieta me entristece, e intentarlo, me hunde en un pozo. No puedo vivir sin chocolate, harinas, caramelos y papas fritas (bueno, sin papas fritas puede ser). Los niños hacen bien en odiar las acelgas. Son horribles.
Desde que dejé de leer Cosmopolitan me siento huérfana de frivolidad local.
Hace 5 años y medio que no tengo una televisión en mi casa. Me río de los teleadictos. Saco conclusiones estereotipadas sobre las parejas que tienen una televisión en el dormitorio.
Tengo un vicio y se llama Google. Tengo otro y se llama Blogger. No es más sano que la TV, no es, no.
Saber hablar en varios idiomas es el auténtico ascensor social (junto con una ocupación digna). Interiormente me río de las personas que tienen auto y casa grande, pero no saben pronunciar "Jacques Chirac" diferenciando las iniciales. Me da pena la gente que pronuncia "senkiu" en lugar de "zenkiu". Me dan vergüenza ajena los nuevos ricos, con sus esfuerzos denodados por gastar con criterio. Pero nunca digo nada al respecto.
No tengo bijouterie fina porque no uso. No uso porque no tengo. Me tiene podrida la bijouterie de alambre y piedras de colores. Pero tampoco nunca digo nada al respecto.
Opino que las mujeres que abandonaron sus carreras profesionales y/o laborales para dedicarse a su casa y su familia, cometieron un grave error.
Mis ansias de procrear se esfuman cuando me encuentro con mis amigas que ya son madres.
Valoro en un hombre que hable poco. Excepto cuando tiene linda voz.
Me encantan los hombres de pelo muy corto (exceptuando a los que se visten de verde todos los días). Los pelados son lo máximo. En eso Zinedine Zidane es el sex symbol indiscutido del fútbol. David Beckham es un payaso.
Mi marido perdió el pelo en una quimio y nunca lo recuperó. Nuestro lazo es indisoluble. Creo que mi matrimonio durará para siempre.
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En 10 años, hablamos.
Etiquetas: pensamientos ociosos