Para Mauricio PlanelMe gusta observar la ciudad en la que estoy, en las personas que veo por la calle. Y llego a la conclusión que las ciudades no sólo están hechas de edificios, calles y monumentos, sino que las personas que viven en ellas, de alguna forma se les parecen y las complementan. Que las personas justifican la existencia de viviendas es claro, pero la existencia de los edificios, calles y monumentos tiene una dolorosa independencia de los individuos... permanecen o desaparecen sin importarles si quienes vivieron allí están o ya se fueron. Pero no es ése el tema de este post.
Lo que me sorprende, aunque a veces pueda ser obvio, es lo visible de las diferencias y características de la gente que está en cada lugar. Por ejemplo al mirar los barrios costeros de Montevideo: en el puerto se ve una variedad cosmopolita, pero es la única zona cerca del centro donde yo he visto koreanos (hombres solos, parejas de koreanos no recuerdo haber visto nunca aquí). La Ciudad Vieja solía ser el contraste increíble entre la city (muchos bancos, modernos y elegantes, con sus empleados, modernos y elegantes), una gran cantidad de empresas públicas (con sus empleados no tan modernos ni tan elegantes); y gente muy pobre que mira al puerto, resabios de una inmigración que fomentaba hoteles muy malos y putas muy baratas.
Como esta polaridad era poco, ahora además la Ciudad Vieja atrae a "jóvenes con onda", llamados por el circuito nocturno y por los edificios reciclados, que tienen apartamentos pequeños y contrahechos, pero, eso sí, de lo más en onda. Elementos portuarios, bohemios y yuppies, juntos y entreverados, eso es la Ciudad Vieja. Culpa es lo que siente uno si su aspecto es anodino o vulgar: allí hay que definirse.
Hacia el este, están los barrios Sur y Palermo. Son la zona que eligió la colectividad afro uruguaya para habitar. En este país racista, donde ningún negro llega muy alto en la escala social y muy dificilmente llegue a ganar mucho dinero (salvo que se dedique al fútbol, al contrabando de droga, al proxenetismo o cualquiera de sus combinaciones), es de esperar que la inversión inmobiliaria no sea muy grande. Las casas son viejas y sus fachadas no están mantenidas sino que acumulan los rastros del paso del tiempo: pinturas sucesivas, arreglos poco ortodoxos, y muchos elementos de madera, hierro y tierra romana originales. Mal mantenidos, pero originales al fin. En las calles de estos barrios se ven más negros, mulatos, mestizos y zambos que en cualquier otro punto de la ciudad. Son dos barrios cuyo palpitar no es figurado: las cuerdas de tambores desfilan sólo en febrero, pero ensayan todo el año. Los sábados y domingos por la tarde, hay desfile por la calle Carlos Gardel.
Más hacia el este viene el Parque Rodó, barrio playero, con jardín, con calesitas, intelectual, artístico, meca de la ZonaDiseño y también bastante pobre. Barrio de artistas e intelectuales de perfil bajo, de las facultades de Arquitectura, Ingeniería y Economía, de la embajada de Japón (dicen que esa casa perteneció a Aristóteles Onassis). El boom edilicio le está quitando el aire de barrio modernista, el de "La raya amarilla" y "La ciudad en la playa", y lo está llenando de rostros anónimos, de empleados de clase media que buscan ahorrarse el boleto para ir a trabajar. El Parque Rodó se transformó hace años lo que la Ciudad Vieja recién intenta ahora: una mezcla entre lo chic del diseño Hermann Miller y el reciclaje de casas viejas con mucho hierro y verde.
Punta Carretas es el siguiente barrio, yendo por la rambla hacia el este. Barrio elegante, con muchos edificios recién construidos y una maravillosa disposición municipal que prohibe seguir construyendo viviendas de más de 4 pisos, Punta Carretas fue escenario de una fuga carcelaria masiva, cuando se escaparon 120 tupamaros del penal. El penal devino en shopping center y está unido al hotel Sheraton, es muy común encontrarse con extranjeros en este barrio. El barrio suena a muchas lenguas, a muchos acentos de turistas o residentes temporarios vinculados a las embajadas. A extranjeros elegantes, que vienen representando compañías importantes, y que lucen ropas que, a la legua se ve, no fueron compradas aquí.
Pocitos le da la mano a Punta Carretas y busca refugio tras la muralla de edificios que miran a su playa. Pocitos siempre me dio miedo. Barrio de clase media profesional que aspira a mucho más de lo que tiene, está repleto de grandes edificios de pequeños apartamentos carísimos. Alberga, en los sitios más impredecibles, colegios bilingües y religiosos, pequeñas boutiques de ropa y confiterías exclusivas. Es el barrio que alberga a la colectividad judía; así como en el Sur la gente es más oscura, en Pocitos tiende al pelo rubio y rojo de forma notable. También este es el barrio de la gente más linda: no sé si por presión social, por modo de vida o por definición genética, la gente es mucho más delgada y menos arrugada.
Pocitos termina en el Buceo y en seguida viene Malvín. Yo no sé bien qué le pasa a la gente de Malvín, pero son como una secta aparte. No son uruguayos, hinchas de nacional o votantes del partido colorado: son de Malvín. Y este fenómeno no es exclusivo de ellos, a los del Cerro les pasa lo mismo. Barrio tranquilo, tranquilazo, con muy pocas líneas de ómnibus, a mí siempre me hizo pensar en un balneario. Me encantan las casas y los apartamentos cerca de la Plaza de los Olímpicos, y aunque son un poco caras, muchas veces fantasée con vivir allí. Pero no puedo. No soy de Malvín.
Y el último barrio hacia el este, y allí se termina no sólo la ciudad sino el departamento de Montevideo, está Carrasco. Barrio patricio y enjundioso, donde están las elegantes mansiones de la crème de la crème, donde los colegios tienen campos de deportes adjuntos, Carrasco es de alguna manera un barrio cerrado: si uno no tiene una razón para ir, es muy dificil estar. Tiene muy poca locomoción y el pavimento de las calles es desastroso. Estuve alguna vez por allí y me llamó la atención que no hay gente caminando por las veredas, es todo tranquilo y silencioso. Basicamente, en Carrasco están los dueños de las casas y los que trabajan en ellas: si alguna vez uno se cruza con alguien en ese barrio, es muy fácil darse cuenta de cuál de los dos grupos es. Si Malvín es otro país, Carrasco es otro planeta.
Bohemia, afro, yiddish, profesional, intelectual, adictos, ricos, pobres, lindos, con mota, rubios, de profesión dudosa... los barrios de la ciudad no solo están en el plano, también están en nuestras caras. Por eso me gusta ver a la gente sonreir, porque mi ciudad parece gris, pero siente como la que más.
update 4/10/06
Encontré dos posts relacionados en el blog del Canilla:
RíoNombresEtiquetas: Montevideo